El seminario de Mark Fisher Deseo postcapitalista, que debía impartirse en el curso 2016-2017 en Goldsmiths, Universidad de Londres, nunca concluyó. Los alumnos regresaron, después de navidad, a la sexta clase que se impartiría el lunes 16 de enero de 2017, pero Fisher no apareció. Se había suicidado el viernes 13 de enero. Solo alcanzó a impartir cinco sesiones, reunidas en el libro que en español edita Caja Negra con el mismo título y el subtítulo las últimas clases. Aun así, dejó sembradas las dudas necesarias para preguntarnos qué es el deseo y si es posible transformar algo sin transformar primero sus coordenadas libidinales.
¿Es el deseo una exclusividad del capitalismo? ¿Existe un proceso cognitivo que produce el deseo desde el inconsciente? ¿El deseo se ha instrumentalizado para sostener la vida civilizada? ¿Es necesario escapar del deseo capitalista o, por el contrario, aceptarlo tal como es para pensar desde ahí una deriva histórica distinta?
El sistema jurídico contemporáneo en México y en gran parte del mundo occidental, está edificado sobre la idea moderna de libertad individual mercantilizada. Hoy las relaciones sociales y jurídicas (o viceversa), descansan en la ficción de que la libertad consiste en vender la propia fuerza de trabajo como cosa y en elegir qué comprar como proyecto de vida. Deseo y derecho son entonces producciones humanas, no naturales: construcciones históricas moldeadas por el mercado, por las instituciones y por las narrativas que administran la vida.
En sus clases, Fisher nos conduce a Freud para mostrar que el ser humano tiende a repetir experiencias que no necesariamente producen placer. En El malestar en la cultura, Freud propone que ese malestar, esa represión originaria vinculada a la figura del padre, es condición para la existencia de la civilización, del trabajo y de la producción. Fisher lo lee así: a través de la construcción fantasmagórica de la escasez (de recursos, de dinero, de tiempo), se sostiene un régimen de dominio. Ese dominio es justamente lo que permite la civilización. Pero cuando ese dominio se vuelve estrictamente económico, el deseo también se vuelve económico. Deseamos únicamente lo que el mercado dicta.
Otras reflexiones que se realizan en las clases universitarias de Fisher giran en torno a que no es estrictamente necesario abolir el deseo capitalista para lograr una transformación. Junto con el grupo entran en la dialéctica de cómo concebir al deseo y una sociedad postcapitalista. Se plantea primero que sea a través de la contracultura el robo del deseo al capitalismo, a la mercantilización y reificación de la sociedad. La contracultura puede ser el camino que permita que el hombre se apropie de la estética y la política, para que las personas recuperen su deseo propio que se encuentra tomado por el capitalismo. En confrontación con lo anterior, con el texto de Lyotard “Economía Libidinal” nos dice que tal vez no exista un deseo fuera del capitalismo, esa concepción que puede derivar de Marx, es moralista y priva al proletariado del placer y disfrute de sus deseos capitalizados. Se queda en el mundo de las ideas, fuera de la realidad. Además se cuestiona ¿Por qué la clase trabajadora no debería disfrutar de los placeres capitalizados?; incluso ¿Por qué no debería disfrutar del sistema de dominación actual para obtener las recompensas que de verdad desea y le generan placer real? Pensar en un deseo fuera del capitalismo es idealismo de café. Por eso retoma estas duras palabras de Lyotard:
“… eso es la alienación, no es bonito, esperen, vamos a liberarlos, vamos a trabajar para liberarlos de esa malvada afección a la servidumbre, , vamos a devolverles la dignidad… ustedes, moralistas, se ponen del lado del más innoble, aquel en el que se desea que nuestro deseo de capitalizados sea plenamente ignorado, prohibido… y seguro que sufrimos, nosotros los capitalizados, pero eso no quiere decir que no gocemos… preferimos reventar a causa de los excesos cuantitativos que ustedes juzgan como los más tontos…”
En esta necesidad (necedad) de superar el capitalismo, sabemos que existe opresión, que existen injusticias, que el deseo está capitalizado y que la contracultura puede robar ese deseo cosificado, pero también sabemos que ese deseo existe, es real y produce placer a la clase sometida. Estas ideas y reflexiones quedan inconclusas al igual que el curso de Fisher, una metáfora que nos corresponde a nosotros resolver. Superar el capitalismo a través del capitalismo, sin desconocer que las clases oprimidas también gozan. Sin una moralización y homogeneización al oprimido.
El derecho entonces debe reconocer los dos aspectos. Al configurar sistemas económicos, políticos y humanos, debe reconocer e introducir el deseo tal como está dado: atravesado por el mercado, por la escasez simulada y por la producción de placer. La transformación exige superar la estructura de injusticias neoliberales mediante un reconocimiento robusto de derechos colectivos, económicos, sociales, culturales y ambientales: vivienda, trabajo digno, salud, educación, medio ambiente sano. Pero, al mismo tiempo, debe reconocer el derecho a gozar, a ejercer libertades amplias, a sostener proyectos de vida que incluyen necesidades capitalizadas y placeres cotidianos sin moralización.
La legislación que reconozca esta dualidad no solo impulsará la derivación de una sociedad postcapitalista, sino que evitará la moralización del deseo (que hoy se moldea con prisión preventiva oficiosa, sanciones y la configuración misma del sistema tributario). La ciencia jurídica debe priorizar la satisfacción de derechos básicos y universales, sin privarnos a las clases oprimidas del derecho a desear y gozar capitalizados. Es necesario entonces que la producción normativa introduzca, no solo derechos y libertades, sino también visiones contraculturales en sus textos, para que la propia deriva postcapitalista se vuelva la sociedad deseada.
MI Y LIC. MARCO AGUSTÍN RAMÍREZ RODRÍGUEZ
Abogado fiscalista, constitucionalista y especialista en Derechos Humanos.
Fundador y CEO de MR Boutique Legal
Director General de CIEJUF
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