LA REVOLUCIÓN TELEVISADA: KENDRICK LAMAR, MARK FISHER Y EL DERECHO HUMANO AL FUTURO.

¿Hay escapatoria? Nos pregunta Mark Fisher en Realismo Capitalista, donde analiza detalladamente cómo el aparente perfeccionamiento constante del capitalismo, a través de narrativas y usos del lenguaje, insertaron en la mente colectiva la visión de que no hay nada después, llegamos al final de la historia. Nosotros y el sistema hemos cancelado el futuro y la acción revolucionaria, corriendo creemos que avanzamos girando en un espiral de regreso al pasado. Un ejemplo es la música ¿actual? que canceló casi totalmente la posibilidad de propuestas distintas que suenen a un mañana, a un futuro que se asome en el horizonte de los sueños sin alcanzar a moldearlo, sonidos que se vuelvan un faro. Hoy gran parte de la cultura de resistencia sigue regresando al postpunk.

Fisher compara el capitalismo con La Mancha Voraz (The Blob 1958). En la película, un organismo extraterrestre aparece en comunidades rurales estadounidenses, una masa amorfa cuyo único fin es devorar y absorber todo, al mismo tiempo que crece y se expande. El capitalismo en su cualidad voraz, no solo consume mercados y recursos, sino también las ideologías, las luchas, las disidencias, convirtiéndolas en símbolos inofensivos, en mercancía, en mero entretenimiento.

Eso es exactamente lo que ocurrió con el show del medio tiempo del Super Bowl LIX (2025) y Kendrick Lamar. Presentado como un acto de resistencia y reivindicación de las minorías, Kendrick terminó performando la confirmación de que el capitalismo ha perfeccionado su capacidad de reciclar la revolución y venderla como espectáculo, fue la celebración internacional de la absorción de las minorías afroamericanas al sistema económico de producción actual. Fue nuestro acto simbólico de liberación racial para capitalizar su cultura y su historia.

El show de Kendrick Lamar provocó euforia en varios sectores. Para algunos identificados con la cultura pop estadounidense, fue la demostración de su victoria en un beef previo contra otro rapero: Drake. Para otros, fue un acto simbólico de resistencia afroamericana: un artista de Compton, acompañado de una compañera de barrio, Serena Williams bailando C- Walk, un movimiento asociado a las pandillas de Los Ángeles, ahora resignificado como una expresión de identidad y subversión contra el racismo estructural estadounidense.

Pero, ¿qué nos estaban diciendo realmente con esta puesta en escena? Desde el inicio, Kendrick marcó el tono al afirmar: “La revolución si va a ser televisada” -en clara referencia a la canción “The Revolution Will Not Be Televised” del poeta y músico Gil Scott-Heron-, afirmando que su revolución sí fue televisada y absorbida por el espectáculo, devorada por la mancha voraz capitalista, vaciándola de cualquier posibilidad real de acción. En otro momento afirmó; “Voy a cantar mi canción favorita”, antes de amagar con interpretar Not Like Us, un tema que denuncia a quienes explotan la identidad del barrio sin haberla vivido (como Drake). “They not like us”, canta Kendrick, estableciendo una línea entre los auténticos y los oportunistas.

Es en ese momento donde se hizo evidente la contradicción de la revolución televisada, de las ideologías mercantilizadas y de la resistencia vuelta show del medio tiempo con más de 133.5 millones de espectadores en Estados Unidos, superando el record de espectadores del rey de la cultura pop Michael Jackson en 1993. La revolución que es televisada, no es revolución si puede transmitirse en el evento más capitalista del mundo, en un espectáculo donde cada anuncio cuesta millones de dólares, no está desafiando al sistema, sino enriqueciéndolo.

No es la primera vez que el capitalismo absorbe la resistencia. Nike convirtió la imagen del Che Guevara en una camiseta de 80 dólares, McDonald’s vendió hamburguesas con el logo de Black Lives Matter, y la NFL —la misma que boicoteó a Colin Kaepernick por arrodillarse contra la violencia policial contra afrodescendientes— ahora lo convierte en una imagen de progreso. Este no es un acto de resistencia, es la simulación de la resistencia dentro del espectáculo del capital.

El Super Bowl es un evento diferido, editado y censurado en tiempo real, milimétricamente armado para estructurar una narrativa. Cuando quieren, pueden borrar una bandera de Palestina de la transmisión y cuando quieren, pueden enfocar en primer plano a Serena Williams en un acto de “rebeldía”. Esto no es accidental, es una administración precisa de la resistencia, como explica Foucault, el poder no solo reprime, sino que organiza, distribuye y estructura las formas en que la resistencia puede expresarse. No se trata solo de permitir o prohibir, sino de delimitar los márgenes dentro de los cuales la subversión es tolerable.

El mensaje aquí no es que las minorías tienen ahora la libertad de desafiar al sistema en la cara de Donald Trump, el mensaje es justo la contradicción de cómo cuando las minorías ejercen su libertad, dentro de este sistema, son absorbidas por él. Hoy el capitalismo crece cuando las minorías ejercen su libertad, si algo aprendimos de Fisher es que no se resiste al capitalismo voraz con más capitalismo.

¿Qué significa realmente la libertad en un sistema que ya ha absorbido hasta la idea de resistirlo?

Cuando luchamos por exigir el reconocimiento de derechos humanos de plena libertad, de no discriminación, de autonomía (económica) y autodeterminación, no basta con llegar a la libertad de las minorías para en apariencia conseguir libertad comercial, libertad de dedicarse a la actividad económica que elijan y con la cual se desarrollen como personas, no basta con otorgar el derecho para que las minorías excluidas históricamente, tengan la libertad de autoexplotarse dentro del mismo sistema que generó su condición vulnerable y oprimida.

Si bien estas libertades ganadas en luchas a lo largo de la historia son un gran avance contra el racismo estructural de Estados Unidos, los derechos humanos no pueden reducirse solamente  a la inclusión de las minorías al mercado. El derecho a la libertad, a la autonomía y a la autodeterminación no son simplemente la posibilidad de incorporarse al sistema de producción y acumulación. La verdadera libertad, la verdadera resistencia, es tener el derecho a imaginar un futuro diferente, posibilitar con el arte el derecho humano a la esperanza.

Mark Fisher plantea que una verdadera transformación no es simplemente incorporar a las minorías al mercado, sino repensar el sistema desde su raíz. Por su parte Byung-Chul Han nos advierte en La Sociedad del Cansancio que el capitalismo moderno ha convencido a los oprimidos de que la única manera de existir es producir, trabajar, consumir y autoexplotarse. Pero si la única opción de las minorías es integrarse a un modelo que ha sido diseñado para mantenerlas siempre al margen, entonces los derechos de libertad y de autodeterminación siguen siendo una ilusión. La autodeterminación real no es ser parte del sistema, sino tener la posibilidad de estructurar la existencia de otra manera, crear la posibilidad de imaginar.

El derecho revolucionario por excelencia es el derecho humano a la esperanza, a esperar -como dice Byung-Chul Han- un futuro que no puedo ver, que no conozco todavía, que no puedo configurar, pero que sé con fe que viene. La des-cancelación del futuro debe venir del derecho a resistir, del derecho a imaginar la revolución que no será televisada pero será escuchada por las minorías sedientas de representación, en un álbum que apple music no pueda capitalizar en el show más famoso del mundo.

Algunos me refutarán: “Si Kendrick no hubiese usado el Super Bowl, ¿dónde más podría haber transmitido su mensaje? Al menos su mensaje llegó a millones de personas.” Aquí entra la trampa del realismo capitalista.

Margaret Thatcher decía: “No hay alternativa.” Fisher retoma esto en su obra para explicar cómo el capitalismo ha logrado convencer al mundo de que no hay un afuera del sistema. Que todo debe pasar por sus filtros. Que todo debe ser absorbido por él, entonces la verdadera pregunta revolucionaria será: ¿Y si sí hay alternativa?

¿Y si la resistencia no es amplificar el mensaje dentro del sistema, sino encontrar formas reales de quebrarlo?

¿Y si la revolución no es tener voz en el mercado, sino imaginar un mundo donde el mercado no dicte las reglas de la existencia?

La resistencia no es viralizar una canción en un evento patrocinado por Apple Music, la resistencia no es “al menos el mensaje llegó a millones”, la resistencia es la posibilidad de pensar los derechos humanos fuera del capitalismo.

Kendrick Lamar le falla a la revolución. Le falla a los derechos de libertad, a los derechos de la esperanza, a los derechos de repensar un futuro. No porque no tenga derecho a vender su música, a ganar dinero o a salir de la pobreza, ni porque debamos quitar espacios a las minorías. El fallo viene porque, en lugar de confrontar al sistema, decide televisar, absorber y capitalizar una revolución de plástico. Su show no es una ruptura. Es una invitación a la rueda del capital, donde la revolución es convertida en eslogan publicitario, donde la resistencia se disuelve en el algoritmo del consumo. Y en medio de todo, el mensaje del medio tiempo resuena con ironía: “They Not Like Us.”, pero en el capitalismo, la verdad es otra. Ellos ya son como nosotros.


Lic. Marco Ramírez Rodriguez

MI Y LIC. MARCO AGUSTÍN RAMÍREZ RODRÍGUEZ

Abogado fiscalista, constitucionalista y especialista en Derechos Humanos

Fundador y CEO de MR Boutique Legal

Director General de CIEJUF

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